Así es. En esta entrega, presentamos el sueño erótico de todo copy: darte a la clienta ultrafresa (o cliente, según sea el caso o la elección).

Seamos francos: sea becaria, gerente junior o la mera mera, alguna de tus clientas (ya me voy a ahorrar el “cliente-clienta”, ¿va?) te ha gustado.

Sí. Ya sé. Es como tema de telenovela: tú eres el pandrosito de la agencia y ella, la princesa del corporativo, que tiene apellido alemán, italiano o francés. Tú tartamudeas hablando inglés y ella, bueno, es casi su lengua materna.

(Gran foto de Vincent Martin, por cierto. Tomada de Alone_we_stand en Flickr)

Esto va más allá del mero deseo. Esto se trata de algo que rebasa lo prohibido. La frase “conflicto de intereses” se olvida cuando ves a esta chica en su ropa ultraformal, con sus discretos adornos de escritorio, sus lentecitos que la hacen ver intelectualmente cachonda y un perfume aún más rico que el de la niña de cuentas.

Aunque me gustaría poder llenar esta guía básica con muchos insights y experiencias propias de “cómo me he dado a 27 clientas”, la realidad es que lo armaré con lo poquito que sí puedo contarte.

No confundas

Algunas clientas tienen la costumbre de llamar “bombón”, “chaparro”, “corazón” a personas cuyo nombre no recuerdan.

Que tu clienta te llame así, no quiere decir nada. Camina con cautela.

Tú sabes que tu estrategia de ser “cagadito” siempre funciona con las nenas de tu entorno. Ya sabes que “risa=ya cayó”.

No olvides que TU TRABAJO es que tu comercial haga que se ría la clienta. Que ría contigo, no quiere decir nada. Camina con cautela.

Cruzaditas de miradas.

Siempre recomiendo presentar campañas con cliente, viendo a todo el mundo. Muchos otros, te recomendarán ver sólo a Don Chingón.

Además de que es un gesto de cortesía muy democrática, puedes darte cuenta si la clienta en cuestión te ve como cualquier hijo de vecina o si, en cambio, te está viendo con “otros ojos”.

Si es así, ya chingaste. PRECAUCIÓN: que te traiga de nalgas la rubia, no te obliga a verla EXCLUSIVAMENTE a ella. También háblale a Don Chingón, que es el que paga.

La pirámide organizacional, manda.

Es una cosa curiosa, pero en el mundo cliente-creativo, Richard Gere no anda con Julia Roberts. Al menos, a mí no me pasó.

La primera clienta con la que me dí mis arrumacos, era tan trainee como yo y, precisamente por nuestro ínfimo escalón empresarial, comenzamos a hablarnos ya que nadie más pelaba a la becaria y al trainee.

Cuando subí a copy jr, ya pude echarle el perro a una asistente de marca; al volverme asociado, tener status extraoficiales con una gerente de trade.

Lo sé. Tal vez es coincidencia.

A la filmación no se va a comer.

Sé que en tu cabeza, podrás hacer your move en la fiesta de la agencia (si es que la invitan) o en la fiesta del cliente (no nos hagamos pendejos: a esa fiesta, no estarás invitado), cuando ya ande con unas copitas encima.

Tache.

La filmación es cuándo. Más, si es una filmación MUY larga. Más, si tu filmación ha durado ya un par de días y todos están “tronados”… Todos, menos tú y la clienta.

Cuando son las 4:15am y todos están jetones o acurrucados en el videoassist, viendo qué diablos tragar para entrar en calor, tú y tu clienta van a ver el cuadro a cámara y el director les pide que se queden por ahí.

La toma está lista. Tu clienta tiene frío. Le das tu sudadera (ah, eso sí: somos unos pandrosos, pero siempre tenemos ropa calientita) como el caballero que eres y le pides que te acompañe a echar un cigarro.

Lo has logrado: la madrugada es la hora de las netas y tú conseguiste cambiarla de locación y reducir el número de participantes. Hablan de la agencia, de su empresa, de su ex, de tu ex (la de cuentas), ríen como bobos, de su ex otra vez, de lo imbécil que fue su ex, ríen como bobos, de lo bueno que es que el ex ya se haya regresado a su natal Argentina, de lo bien que va la filmación, de lo talentoso que es el viejito del comercial, ríen como bobos, del frío que hace, de qué tan lejos vives, de cuánto va a tardar en llevarla la camioneta a su casa, del afortunado hecho de que tú sí traes tu propio coche o, en su defecto, que pueden llegar a la agencia y, de ahí, tú la llevas a su casa.

Si sabes manejar tus cartas bien, bingo. One night stand.

OJO CON CUENTAS: recuerda que, cuando se despierten o se hayan terminado sus 13 chalupitas, irán a ver si la clienta no necesita un pedicure, una revista o platicar alguna trivialidad. Si tu clienta les dice “No te preocupes, XXXXX me va a dar un aventón”, DOBLE BINGO.

En conclusión: a tu clienta le caes bien y le gustas porque eres diferente a sus exnovios fresas… Tan diferente como los tacos que se mete al salir del antro: está padre de vez en cuando, pero no va a comer tacos diario.

Fuera del one night stand y un two or three more times, no va a pasar nada. Bueno, quizás un forth y un fifth… Pero nada más. Ok. Sixth. Pero ya.

Tú eres el copy. Ella es la clienta ultrafresa y su ex vuelve a México la próxima semana (¿Mencioné que es modelo -de los guapos, no character-?)

Si pasó, ya pasó. No vayas a estar de intenso mandándole flores, SMS, agregándola a Facebook, dejándole notitas en su escritorio cuando vayas a presentarle… porque no va a resultar nada, salvo que los corran a ambos por “comprometer intereses”.

Si resulta que me equivoqué en todo y resultaron ser el uno para el otro, de todos modos te chingo: en el momento en que se haga “oficial”, alguno de los dos debe abandonar la cuenta y, por tanto, YA NO ES TU CLIENTA. Te la pelas.

Mi consejo: intenta llegar a la seventh y ya. No por poco ambicioso… es sólo que mi exclienta nunca me enseñó a decir “octavo”.